jueves, noviembre 24

Un comienzo, un final

Hoy comenzé a morir. Me estaba viendo durante una clase y me fui borrando de a poco. Fue sorprendente como desaparecio primero mi mano, miraba alrededor buscando una respuesta, pero todos estaban mirando la pizarra atentos a la clase de matemáticas que estaba llenas de numeros. un silencio como ninguno, creo que nunca habia sido tan absoluto. nunca habia visto una multitud tan atenta y tan estática.

Me paro, me miran de una forma extraña.Realmente era un movimiento extraño en mi. el hecho, era ya violento. corren su cara marcada con la indiferencia que nadie debería sentir en su vida. porq estar tan rodeada pero tan sola. como nadie entiende como me siento, como no tengo ganas de surgir, como nadie ve la desaparicion de una mano. ¿es algo comun? ¿estaré soñando?

Cuarto medio. Colegio. Imnadurez, madurez. Exigencias que pasan a mi lado. Pero no estoy acá. Estoy en la puerta viendo a todos.No me ven. Es extraño.¿Clases de Inglés? Todos riendo, acaso no ven la cara de la profesora, reventando en lágrimas? Solo uno pone atención, pero no sabe ni él por que lo hace. Eso creo yo.Se ve tan poco interesado, y tan sometido en la rutina que ya se ve alarmante en un niño de 17 años. El se debe sentir adulto. Todos se sienten mas de lo que realmente son. Por lo menos esta entero y vivo.

martes, noviembre 15

Lluvia de ideas


Un escrito pueril de lo que es agonía... nada más

Para sobrevivir hay que aprender a definir muchas cosas. Hay que sentir amor, protección, madurez y todo lo que viene con eso: el recuerdo, la nostalgia, el dolor, sobretodo el dolor.
Hay una cierta etapa de tu vida en que la sociedad o tu propia consciencia te obliga a buscar respuestas. Nadie las encuentra, solo tienen una mínima idea de lo que la vida puede ser en si misma, como podrían arrojar alguna aparente resolución o conclusión acerca de su manera o forma de vivir.
“Mamá, quiero ser revolucionario” dice el iluso, el que todavía tiene sueños, el que todavía los espera encontrar en una visión, en una iluminación de borrachera, de sexo, de orgasmo, de amor o quizás en una hoja de papel llena de jeroglíficos que en algún momento de su vida no conocía y que hace unos 10 años recién comenzó a balbucearlos.
Todos queremos encontrar ese norte, esa razón para levantarnos en la mañana que todos parecen conocer menos nosotros. No entendemos el por qué ella está sonriendo si el día es tan feo o si llueve de manera torrencial, y por qué yo estoy comiendo si al otro lado del mundo gente se muere de hambre. Por que lloro si no me ama y nunca lo va a hacer.
Siempre tratando de encontrar la razón de todo, cuando al final es ese todo el que nos da la respuesta, solo que al final de nuestros días, cuando ni siquiera podemos ir al baño solos.
Porque finalmente la niñez y la vejez son demasiado parecidas. La supuesta “sabiduría” solo se parece tener en momentos en que el cuerpo nos abandona, en que la extensión de nuestra “alma” no se ha alcanzado a desarrollado todavía o ya se oxidó.
Hay algo en la naturaleza humana y en el mundo que nos impide en todo momento ser felices, estar completos. Siempre todo debe ser búsqueda o meta. Nadie se puede rendir o cansar, nadie puede dejar de luchar. Al final del día somos tan poco dueños de nuestros destinos que abandonamos la constancia: “las cosas deben ser así, por algo pasa” lo he dicho demasiadas veces para creerlo todavía.
No me siento dueña de nada, pero por alguna razón me siento más viva y más alegre, porque yo decido y me siento en poder de hacerlo. Creo que no soy la única que al contemplar a los demás se forma y se conoce como persona; viendo como caen o como están abajo puede ser que te sientas arriba. No soy menos humana al decir o pensar eso, no soy menos “buena” tampoco, porque el “malo” es el que goza con eso y yo solo me estoy formando; como quien se forma al enfrentarse a la inmensidad y tener menos miedo que antes.
Lo que me hace fuerte es lo que me mata a mí y a los demás. Me hace fuerte porque quizás soy inmune y los puedo recoger. Porque el egocentrismo es como las orejas, los ojos, tan parte del hombre como los órganos y tan imprescindible como el corazón. La clave es saber “domarlo”, poder sacarlo en las oportunidades en que es necesaria una seguridad fuerte y esconderlo en los momentos en los que la ternura y la debilidad son todo, o simplemente dejarlo ser cuando algo nos choca y este se escapa y nos posee, porque se transforma en el espíritu, en una conducta indescriptible y muchas veces errónea.
Por qué queremos conocer a los demás si supone que somos mejor que ellos, por lo menos tu mamá te lo dice cada vez que llegas a sus brazos llorando por alguna pena; en este mundo que creó las lágrimas para deshidratarnos o para que alguien las pueda sacar con sus dedos o limpiarlas y que luego de ver borroso podamos ver con claridad, como si nos echaran barro en los lentes y luego los limpien. Las caídas están echas para pararnos, pero que manera de no entenderlo en ese momento. Sentimos con el corazón, lloramos con los ojos, rezamos con las manos. El viento es vida y el agua es mojada, convencionalismos que al vernos derrumbados debemos encontrarlos de nuevo, ¿volver a nacer? Quizás…
Ese positivismo. Ese verter todo en algo o alguien y fusionarte y no ser nada.

lunes, noviembre 14

Cambio de rol



Esa imagen me gusta mucho !
Bueno el cambio de rol es una forma de avisar que estoy abandonando ya algo en mi.. no se que.. pero huele a final
He empezado a escribir ....
No quiero hablar de más
y los dejo con


Presencia
Hoy me desperté con el sol en la cara, amor, y tú sabes como me molesta eso. Las frazadas en el suelo y los cojines desparramados en la cabecera que suele estar demasiado ordenada. Te extrañé al amanecer. Aunque mi cama es demasiado estrecha, estamos cómodos los dos. Es la travesura de no caer, de no ser escuchados y reír hasta que nos duela el estómago.
Aún siento tu olor, es como si mis manos tocaran tu barba que crece demasiado rápido por las noches y que en realidad ambos queramos que sea larga, para que te parezcas a uno de esos personajes antiguos que salen retratados en los libros que leemos juntos antes de dormir.
En las sábanas está dibujada tu figura y la siento más presente que la ausencia que en realidad me envuelve. La angustia comienza a invadirme, pero me levanto para que no me gane. Esta situación de no tenerte ataca casi todo lo que tengo, pero por lo menos puedo abandonar el lecho en el que podemos confluir nuestras sendas, como no ha pasado con nadie antes en mi vida.
Es como si pudiera recordarte, como si pudiera decir tu nombre y tú pudieras escucharlo y ambos sentir que somos uno en ese juego de cuerpos, piel y movimiento continuo, desesperado, finito, lamentablemente finito.
Tiro tu pelo, siento como raspas mi mejilla y besas mis hombros con un candor frenético. Te veo encima de mí, pero al abrir mis ojos desapareces, como si nunca hubieras estado y tu olor se va con el viento que te alejó de mí.
Suspiro, me acerco al viejo tocador y me veo reflejada. La imagen es borrosa y nublada, definitivamente no se puede limpiar. Me maquillo y peino cantando nuestra canción.
De pronto, de la nada, tu olor aparece de nuevo; un destello pasa tras mi persona como atravesando esa nube a mis espaldas. Tu sombra acaricia mi cuello y me traes las flores, sin alguna razón aparente. Me siento joven de nuevo y te abrazo como si hubieran pasado décadas sin sentirte.
Bailamos al son de nuestro ritmo interno y nuestros pasos ya los sabemos de memoria porque ya nos apropiamos de la melodía y si quisiéramos de la música.
El mecanógrafo dejó de tocar y finalmente pude darme cuenta que no estabas conmigo, de tu sombra abismal y de las paredes mohosas y abandonadas que me rodean; de tu olor que ahora pasó a ser solo una fragancia que provenía de la cocina y de tu lugar en nuestras sábanas en las que estaba yo sola, imaginándote. Porque nunca fuiste, porque sólo existes en mi.